FALLO DEL JURADO DEL CONCURSO DE MICRORELATOS CONTRA LA VIOLENCIA DE GENERO 2019

En la ciudad de Bilbao a las 12,00 horas del día veintiocho de diciembre de dos mil diecinueve , se reúne el Jurado del Concurso microrelatos contra la violencia genero de la Asociación Galarazi para proceder al fallo del mismo, bajo la presidencia de Julia Romero Macho , fundadora de la entidad Galarazi Elkartea

Tras proceder a la lectura de los 612 trabajos presentados al Concurso, los miembros del Jurado intercambian impresiones y coinciden en valorar el buen nivel medio que presentan los mismos,

Una vez leídos todos los trabajos y realizadas las deliberaciones oportunas, el Jurado decide, por unanimidad de sus componentes, otorgar el siguiente premio

Primer Premio para:  José Andrés Alcalá Martín  por el microrelato titulado » UNA VIDA SIN EMOTICONOS»

Una vida sin emoticonos

Era el último reto viral de moda: escribir sin utilizar ningún emoticono. Lo tomó como algo
divertido, así que de repente, sus conversaciones se vaciaron de rostros sonrientes, gitanas
danzarinas o risotadas infinitas.
Mientras esperaban el entrante, recibió un mensaje de Javi. Cari, mándame una foto con tus
amigas que quiero ver lo guapa que estás. Un extraño frío la estremeció tras leer el mensaje
vacío de caras sonrientes. No le dio importancia, y tras enviarle el selfie de rigor, la comida
marinada con la conversación centraron su atención. Sin embargo, por más dopamina que
descargaba el sabor de aquel exuberante tiramisú, no conseguía disfrutarlo, notaba el mensaje
atragantado en alguna zona indeterminada.
Sana y salva, envió por el grupo de las chichas nada más llegar a casa. De forma automática,
comenzó a revisar el historial de su conversación con Javi. No tardó en encontrar otra vez
aquella frase, aunque esta vez el mensaje le parecía agradable. Ocultó con su índice la carita
de mejillas risueñas, y volvió a experimentar otra vez aquel sabor de desasosiego. Los
mensajes se repetían en múltiples ocasiones y contextos. A veces con el pretexto de alegrarse
con su sonrisa, otras para ver el vestido, para conocer el bar que desconocía… Todos, sin
excepción, terminaban con uno o varios emoticonos marcadamente simpáticos y agradables.
Tragó saliva. La frecuencia la agobió, y su nerviosismo se trasladó a sus piernas que no
paraban de moverse con creciente inquietud. Varias ideas asaltaron sus pensamientos, aunque
trató de no darles trascendía. Él siempre decía que exageraba todo. Pensó en compartirlo por
el grupo, pero finalmente decidió que no, que lo comentaría la próxima vez que las viera en
persona. No merecía la pena arriesgarse.

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